Con la salida de nueve clubes tras la amenaza de sanciones, el mega proyecto quedó desarmado apenas 48 horas después de haber sido anunciado.

El mundo del fútbol amaneció este lunes con el esperado aunque sorprendente anuncio de la creación de la Superliga Europea, un proyecto liderado por los 12 clubes más poderosos del Viejo Continente y que amenazaba con sacudir el ecosistema del fútbol mundial.

La noticia provocó en sus primeras 48 horas una inusitada ola de reacciones desde hinchas, equipos rivales, dirigentes deportivos y hasta del primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson.

Justamente, la intervención de Johnson habría sido determinante para desbaratar todo el proyecto. Según los medios ingleses, el propio primer ministro se puso en contacto con los dueños y presidentes de los seis clubes ingleses involucrados (Liverpool FC, Manchester City, Manchester United, Arsenal FC, Chelsea y Tottenham Hotspur) y les advirtió que tomaría medidas.

Según reproducen desde As, el diálogo habría sido el siguiente: «No podemos impedir legalmente esta competición, pero sí podemos aprobar un durísimo impuesto sobre el lujo y sobre todo, gracias al Brexit, complicar muchísimo los trámites para los permisos de residencia de los futbolistas extranjeros».

Ese mismo martes los seis equipos anunciaron su salida del proyecto. Este miércoles les siguieron el Atlético de Madrid, el Inter de Milan y el AC Milan. Solo siguen en el barco el Real Madrid, el Barcelona y la Juventus, que se exponen ahora a duras sanciones por parte de la UEFA y de la FIFA.

Con este presente, es seguro decir que, al menos por ahora, el proyecto está totalmente caído.

La lógica detrás de la creación de la Superliga era la de frenar las caídas de audiencia que el fútbol ha venido protagonizando en los últimos años -y sobre todo entre los más jóvenes- en favor de otros medios de entretenimiento como Netflix y el resto de OTTs, YouTube, Twitch o los eSports.

Con un calendario de grandes duelos entre los equipos más fuertes del planeta, los creadores de la Superliga esperaban mejorar las audiencias y, por ende, los ingresos por derechos deportivos.

De haber seguido adelante, no obstante, el fútbol mundial se enfrentaba a una situación en la que todos parecían salir perdiendo dado que la FIFA y la UEFA habían amenazado con la suspensión de los equipos y los jugadores involucrados tanto de sus competencias locales como de las internacionales.

Resta ver ahora si este golpe en la mesa permite al mundo del fútbol repensar el modo en que llega a las audiencias y tomar medidas para reconectar con los más jóvenes.

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