La ficción original de Movistar+ retoma su rodaje en plena pandemia de Covid-19 con un gran objetivo: que el espectador no lo note. Alfonso Blanco, director general de Portocabo y productor ejecutivo de Hierro, narra en primera persona las vicisitudes del desafío más grande de su carrera profesional.
El pasado 21 de mayo, más de dos meses después de suspender grabaciones tras la declaración de estado de alarma en toda España, Movistar+ anunció que con la segunda temporada Hierro retomaba el primer gran rodaje de su producción original.
El thriller policial se convertía así en la primera serie española en anunciar el reinicio de rodaje tras la pandemia de Covid-19. Y, aunque luego se fueron sumando algunas otras, será la primera y única que lo hará sin modificar una sola coma del guion.
Detrás de este logro –que implicó redactar un protocolo propio tras semanas de trabajo con el Gobierno de Canarias- se encuentra la productora gallega Portocabo, su director general Alfonso «Fosco» Blanco, y un buen puñado de circunstancias a las que supieron sacarles ventaja.
Así, la serie que surgió de un briefing a raíz de una frustración, que creció buscando «que de identitaria que sea, no resulte española», que encontró en Atlantique Productions y ARTE France los socios internacionales indicados, y que se convirtió en una de las producciones más laureadas y mejor criticadas de esta era dorada de la ficción premium en español, sigue escribiendo su historia.
Hierro vuelve a rodarse gracias a ambientarse en un territorio sin contagios y aislado geográficamente, a la experiencia adquirida por el equipo en la primera temporada y al músculo generado por ser una coproducción internacional. «Hemos tenido mucha suerte», dice Fosco. Pero dicen que la fortuna sonríe a los audaces.
Desde A Coruña, horas después de hacerse una prueba PCR de coronavirus y horas antes de viajar a El Hierro, el líder de Portocabo narra a ttvOriginals las vicisitudes de sacar adelante esta segunda temporada de Hierro, sin duda el mayor reto de su carrera profesional.
Estoy en mi casa en A Coruña, acabo de hacerme la prueba PRC. Viajamos este sábado [30 de mayo] a El Hierro. En cuanto lleguemos y hagamos la segunda prueba PCR y dé negativo, al día siguiente comenzamos. Estamos muy contentos, significa ponernos en marcha, algo que nos hace falta a nosotros y al sector.
Cuando explotó la pandemia, nosotros llevábamos en la isla como dos meses y medio. Justo después de Navidad nos fuimos a hacer preproducción, y el 17 de febrero dábamos motor. Llevábamos un mes de rodaje, teníamos entre un 25% y un 30% de la serie rodado.
Sin embargo, había sido un arranque ya difícil… parecía que nos había mirado un tuerto. En Canarias hubo una tormenta de arena que nos pilló a los dos días de empezar a rodar. Aquello fue tremendo, no se podía ni respirar. Tres días aislados, cancelados los vuelos, los actores no llegaban… y justo ahí se empezaba a hablar del Covid, de que quizá había algún caso en Europa. Y a los pocos días se descubre un caso en La Gomera, otra de las Islas Canarias. Nosotros teníamos cierta tranquilidad porque estábamos en el sitio más alejado de España, así que seguimos trabajando. Pero cuando ya se empezaron a parar rodajes en España, apuramos dos o tres días más y paramos también. Cuando estábamos con la tormenta de arena, mi directora de Producción decía: «¿Qué más nos puede pasar?». ¡Pues una pandemia global!
Así nos pilló y dejamos todo tal cual. El estado de alarma fue tan fulminante, que cerramos la puerta del despacho y dejamos dentro ordenadores, cámaras, sala de montaje, vestuario, atrezo, decorado… todo.
Salir de la isla fue complicado, tuvimos que conseguir un permiso especial. Había vuelos de emergencia y nos dejaban salir a unas pocas personas. Tardamos unas dos semanas en irnos todos. De hecho, no todos: hubo 12 personas que decidieron quedarse en El Hierro a pasar la cuarentena allí. Y allí están. Candela Peña, la protagonista, por ejemplo. Y para nosotros eso ha sido una bendición, porque esa gente ya está trabajando en preproducción.
Ahora estamos todo el equipo, unas 100 personas en total, haciéndonos las pruebas PCR en origen, y las repetiremos una vez que lleguemos a El Hierro. Si las dos dan negativo, ya está. Yo necesito garantizar que no hayamos cogido el virus en el viaje. Luego en la isla no hay coronavirus, es uno de los pocos territorios que quedaron libres.
En Portocabo veníamos colaborando activamente en varios protocolos que se estaban redactando en España. Hicimos un mix de los borradores y generamos uno propio, para nuestra realidad. Son 40 folios que redactamos trabajando codo con codo con Sanidad, Cultura y Presidencia del Gobierno de Canarias.
Los colegas nos preguntan: «¿Pero cómo habéis aprobado un protocolo, si nosotros estamos aquí peleándolo?» El tema es que para nosotros rige un poquito diferente: vamos a ser una comunidad aislada dentro de una isla, una burbuja. Porque una clave del protocolo es que con el resto de la isla tampoco nos vamos a relacionar. Porque luego la isla se abrirá, y puede entrar alguien contagiado. Nosotros hemos firmado un código ético de trabajadores donde garantizamos que de nuestro equipo no va a entrar nadie: ni familia, ni amigos, ni parte del equipo, ni prensa. Solo hacemos alguna entrada puntual de actores episódicos, que forman parte del protocolo. Llegan, hacen su prueba, ruedan, y se van. Aunque sí es cierto que tendremos que tenerlos allí mucho más tiempo de lo que estarían normalmente. A lo mejor un actor para cuatro sesiones tiene que estar un mes.
Seremos una burbuja dentro de una burbuja. Y por eso no tuvimos que cambiar nada del guion.
De hecho, nuestra la línea editorial es que esto lo suframos nosotros, pero que el espectador no lo note. Hierro es una serie que tiene identidad, y no se tiene que percibir que rodamos la segunda temporada en medio de la pandemia. Esa fue una de nuestras condiciones.
A su vez, decidimos de mutuo acuerdo que el equipo siga el mismo protocolo que el resto de rodajes en cuanto a higiene, distancia y mascarillas. Eso nos sirve para que, en el siguiente rodaje de mi equipo, ya hayamos hecho la prueba.
Sabemos que somos unos privilegiados de poder trabajar, porque nuestro protocolo es muy seguro –vamos a compartirlo con quien quiera-, pero no es muy exportable. Si estás en Madrid, terminas de rodar y te vas a tu casa, y el comportamiento ya es más difícil de controlar. Yo puedo cumplir el protocolo en El Hierro, pero con otro rodaje que tenía previsto en Galicia [el largometraje Cuñados, una comedia], no puedo.
Pero aquí, al igual que en la sociedad, juega la responsabilidad y la solidaridad. No hay más. Da igual las leyes, los protocolos… con que 1 de nuestros 100 no lo haga, caemos los 100. Da igual que seas jefe de equipo o el último meritorio.
Pero por otro lado, es también un reto. Yo soy de naturaleza optimista, y creo que esta situación nos ha brindado una oportunidad.
Hierro es una coproducción entre Portocabo y Movistar+ de España, y Atlantique y ARTE de Francia. Tanto nuestros tres socios de coproducción como Banijay, que es el distribuidor de la serie, han apostado al 100% para hacerlo. Han delegado toda su confianza en mí, y lo agradezco mucho.
La pandemia no supuso un obstáculo extra en este sentido, porque el acuerdo de coproducción con ellos era desde el contenido, comprendía procesos creativos (producción ejecutiva, diseño de producción, script supervisor, commissioning editors, postproducción), pero no implicaba a nadie directamente en rodaje. Y todo lo otro lo hemos hecho de forma telemática.
De hecho, tecnológicamente hemos dado un salto enorme. Aceleramos la puesta en marcha de un servidor central. Trabajamos con Outlook Movie, una plataforma de trabajo online que ya habíamos usado como prueba piloto en la primera temporada de Hierro. Ahora todo el mundo la tiene en su móvil y trabajamos todo allí: presupuesto, plan de trabajo, control de gestión, los brutos de cada día…
Tuvimos suerte porque era algo que ya teníamos avanzado. La coproducción internacional nos había obligado a teletrabajar, a tener un sistema para flujo de información. Esto nos pilla hace dos años y no descarto incluso que hubiéramos tenido que cerrar.
Siempre supe que la coproducción era el futuro (salvo algunas cosas pequeñas en Galicia, todo lo que hice lo hice en colaboración), pero esto lo puso más de manifiesto.
Gracias a la coproducción, nos dimos cuenta -y no lo sabíamos- de que estábamos muy preparados para transitar por este drama. Porque si coproduces, te acostumbras a trabajar de forma colaborativa. Y esta palabra pasa a ser esencial ahora mismo: colaborar, ser solidario, entender lo que piensa el otro, ponerse en su lugar… todo esto es muy saludable para los canales, para los creativos, para no creernos que somos el ombligo.
No tengo palabras para cómo se ha portado con nosotros la gente de Movistar+ y de ARTE y Atlantique en Francia.
Ahora valoro más aquellos fracasos de los primeros años, porque fracasó el proyecto pero se generaron lazos. Y ahora te das cuenta de que son más sólidos incluso de lo que pensabas.
A nivel personal, creo que es en los tiempos difíciles cuando se ve la naturaleza de las personas. He vivido en estos meses momentos muy emocionantes de gente arrimando el hombro, donde se demostró lo que ya sabía: que tengo un equipo de otro planeta.
Y a nivel profesional, la lección es positiva, porque demuestra que somos un sector muy, muy sólido. Desgraciadamente el sector cultural no para de llevarse palos, pero estamos acostumbrados al cambio y somos un sector ágil. Cuando no es la tecnología, es el tipo de clientes, o el modelo de negocio… así que ahora nos tocó adaptarnos una vez más. Cómo hemos reaccionado, cómo tenemos ya protocolos, cómo ya estamos rodando siendo capaces de cambiar rapidísimo el paradigma de muchos procesos… muestra que somos resilientes. Otros sectores tardan cinco años en reinventarse y lo que perdieron ahora, ya no lo recuperan.
Nosotros, lo que no podamos rodar ahora lo rodaremos el año que viene. No podemos quejarnos de vicio. Eso sí, va a ser muy complejo y nos obligará a un gran trabajo de coordinación y de solidaridad. Tendremos que pensar en el bien común como colectivo: retrasar mi rodaje para no fastidiarte el tuyo.
Sin embargo, somos animales sociales y es imposible que una videollamada sustituya una mesa de brainstorming o una writers’ room y lo que allí sucede, el grado de atención, el nivel de complicidad. No es posible.
Espero que todo esto se quede como un mal año y muy pronto, con las medidas que sea, volvamos a sentarnos en una mesa.