Messi en el Inter de Miami es un «game changer» porque llega a un mercado deportivo diseñado para crear nuevos negocios, reglamentado para ser flexible y para el beneficio colectivo de los clubes
Columna de Marcelo Gantman, de Big Data Sports
Messi revoluciona a la MLS sin que todavía ninguna hoja haya sido movida por el viento de ese fútbol. La industria deportiva, optimista y entusiasta como pocas otras, ya calibró la totalidad del impacto a partir del anuncio y determinó que será un suceso único y que vamos a asistir a la construcción de un nuevo imperio deportivo, comercial y mediático. Todas las señales están dadas para que la llegada de Messi al Inter de Miami se ajuste a esa expectativa.
El fútbol norteamericano reconoce tres hechos insulares en el desarrollo de una cultura del fútbol y que remiten a tres futbolistas únicos en su especie: Pelé (1975); Beckham (2007); y Messi (2023).
En el primer caso fue un intento de comenzar a construir la casa desde el techo con la llegada del icono del fútbol global. Beckham y Messi, con más de 15 años de diferencia entre un fenómeno y otro, ya nos hablan de otra clase de proyecto.
Cada vez que Messi se mueve -y ciertamente se ha movido poco a lo largo de su carrera-, el tablero del fútbol se estremece y asistimos a un cambio. Pero su arribo a la MLS nos habla de otra cosa. A dos años del suceso que fue su salida de Barcelona, la pregunta es procedente: ¿qué cambió estructural se dio con la llegada de Messi al PSG? Ninguno.
La llegada a París fue un mega acontecimiento cinematográfico vivido en tiempo real y el impacto digital en las redes sociales del club se disparó por las nubes; se vendieron más camisetas con el número 30, subió la venta de tickets y se cotizaron mejor los depreciados derechos nacionales e internacionales de la Ligue1. Es decir, no sucedió muchó mas que lo esperable, cuando un traspaso sacude un mercado y con indicadores descomunales propios de una celebridad de su tamaño. Messi rompe instrumentos de medición, lleva todos los benchmark a otra escala y produce revoluciones que tienen su nombre y apellido.
La finalidad cumbre de Messi en uno de los clubes-estado más ricos del mundo era ganar la Champíons League. Eso que acaba de conseguir el Manchester City. No se dio. Ahora, el “pack global del fan del PSG”, el idilio con esa lovemark, quedó algo dañado con el maltrato de los últimos meses y una salida en la que nadie pareció lucharla hasta el final. Los seguidores destildaron el botón del engagement y ni nos vimos con el PSG.
Estamos mirando el mapa al revés cuando analizamos la llegada de Messi al Inter de Miami. Porque la confluencia de todos los factores que hicieron estallar este traspaso, solo pudo ser posible en función de cómo la MLS desarrolla su plan estratégico y cómo los negocios deportivos cobran vida en el mercado norteamericano. Hay datos concretos para explicar la singularidad de este movimiento:
Adidas como sponsor técnico global de las 29 franquicias y con embajadores totalmente identificados con la marca como Beckham y Messi.
Apple TV+ como único propietario de los derechos a diez años y distribuidor de los contenidos de la MLS, en un deal que no tiene precedentes en las ligas deportivas profesionales del planeta.
Un futuro para Messi como accionista y miembro del board en Inter de Miami, en una posibilidad aparentemente no contemplada, e incluso imprácticable, en los clubes del formato europeo.
MLS como una organización deportiva que busca un equilibrio económico y deportivo en toda la liga con sus DP players (jugadores franquicia), límites salariales y los beneficios colectivos para los clubes.
Messi tiene un significado único como celebridad del fútbol y excede por lejos esa categoría, pero la ola que comienza a armarse también se produce porque la MLS funciona con reglamentos claros que la hacen flexible, creativa para los negocios y ecuánime para el desarrollo de sus franquicias. Tanto es así que en el fútbol se genera un acontecimiento sin igual: que los equipos rivales del Inter de Miami celebren como propio el desembarco de Messi.
En cierto modo, lo es.