En la siguiente columna de opinión, Gabriel Levy, experto en comunicación digital, transmedia, nuevos medios, transformación digital y TIC, desgrana el presente y futuro de una industria en jaque.
Para finales de la década de los 90, la telefonía fija y la televisión por suscripción eran la principal fuente de ingresos de las empresas de telecomunicaciones; la provisión de los servicios de Internet era un negocio experimental.
Ninguno de los servicios y plataformas disponibles en la red superaba el 2% del tráfico total global y la economía digital era un incipiente mercado con más dudas que certezas.
La llegada de la tercera década del siglo XXI ofrece un panorama totalmente diferente, la telefonía fija pasó a ser el menos importante de los productos del portafolio de servicio de las empresas de telecomunicaciones, la televisión por suscripción es un negocio en retroceso, mientras la provisión de Internet fijo y móvil se convirtió en el principal producto de las compañías de telecomunicaciones y, aunque la demanda de conectividad crece cada día, el negocio se hace cada vez más incierto.
El agotamiento del negocio de la televisión por suscripción
Para los cableoperadores ya no es rentable operar el servicio de televisión por suscripción en Latinoamérica. Este servicio se ofrece, en la mayoría de los casos, con márgenes de operación inviables.
Por su parte, como era de esperarse, muchos programadores (canales de televisión de pago) decidieron entrar a competir en el mercado del streaming, lanzando sus propias plataformas, como ocurrió en el caso de Disney o del grupo WarnerMedia con HBO Max, jugando a dos bandas, con los cableoperadores y contra los cableoperadores.
Bajo este escenario, los cableoperadores no solo enfrentan la competencia desleal y parasitaria en sus redes de las plataformas OTT de streaming como Netflix, que distribuyen sus contenidos usando las redes de fibra óptica y coaxiales de los proveedores de televisión por suscripción sin pagar una contraprestación, sino que sus aliados naturales, es decir los programadores, en vez de ayudarlos, se encargaron de comprometer aún más su viabilidad económica, operacional y financiera.
El nuevo mercado digital: oportunidades y desafíos
Para 2020, solo Netflix respondió por el 15% del tráfico global; YouTube, por el 11,4%; el conglomerado de todos los servicios de Google acumuló alrededor del 18%; y Facebook, con WhastApp e Instagram, alcanzó el 11% de todo el tráfico de la red.
Esto significa que en 2020 aproximadamente el 45% del tráfico total de Internet estaba concentrado en tres compañías (norteamericanas), cifra que para 2022 podría superar el 50%. Todo lo anterior está basado en cifras oficiales de Alexa (Amazon) y en estudios comparados publicados por el portal Statista y por The Global Internet Phenomena Report.
En síntesis, casi la mitad del tráfico generado en Internet pasa por las manos de tres compañías, todas ellas con origen en el mismo país, los que constituye una concentración peligrosa de servicios que distorsiona significativamente el principio de diversidad que inspiró la red en sus inicios.
Aquellas épocas en que los usuarios visitaban en una misma sesión decenas de páginas web con múltiples servicios, en una especie de navegación libre y espontánea, pareciera estar desapareciendo para dar paso a un consumo hegemónico de servicios concentrados en un muy limitado número de plataformas.
El salvavidas de los CDN (una red global local)
Una de las principales características del Internet que usamos actualmente es que la mayor parte del tráfico consumido por los usuarios es en realidad tráfico local.
Esto se da porque los grandes generadores de datos (Netflix, Google, Facebook, etc.) instalan un tipo de data centers, centros subsidiarios para la redistribución de los datos, denominados CDN, en las sedes de los proveedores de Internet.
En dichos centros se hospedan copias exactas y continuamente actualizadas de la información disponible en sus servidores centrales.
De esta manera, cuando un usuario ve una película en Netflix o un video en YouTube, este contenido se encuentra almacenado en un servidor local cerca de la ciudad del usuario, no en California, y el tráfico que genera no sale de la red privada del proveedor. Según cifras oficiales de Akamai, para el año 2017 el 57% del tráfico promedio que consumían los usuarios era de tipo local y no salía a redes internacionales y se estima que para el año 2022 esta cifra superará el 69%.
Estos CDNs se han convertido en la única herramienta práctica para disminuir los costos operaciones de los ISP y compañías de telecomunicaciones, gracias a estos servidores el tráfico internacional disminuye sustancialmente y la provisión se hace accesible para los usuarios.
De no ser por los CDNs, el acceso a Internet de alta velocidad sería impagable en un hogar latinoamericano e Internet no sería el principal negocio de las empresas de telecomunicaciones.
Una red de video
Pensar que el video se podría reproducir en Internet durante la década de los 90 parecía una utopía, un asunto tecnológico casi imposible de resolver. No obstante, para los primeros años del siglo XXI el video ya representaba el 5% del tráfico total de la red, y para 2018 el 57,7% del tráfico total generado en la red correspondía a video, del cual aproximadamente el 30% se distribuía por plataformas de origen estadounidense.
Podríamos afirmar que Internet se convirtió en una red de videos, un tipo de contenido que sin duda es el nuevo rey del ciberespacio.
No solo se trata de Netflix y YouTube; medios sociales como Facebook e Instagram apuntan cada vez más a privilegiar la producción y distribución de video.
Ya poco queda de aquellos incipientes primeros pasos del HTML que solo transportaba texto y una que otra foto. Ahora prácticamente todos los contenidos disponibles en la red de una u otra forma involucran video.
Una red móvil y portable
En sus inicios, Internet fue una red de puntos y conexiones fijas, ya fuera telefónicamente o por cables sofisticados, en esencia las oficinas, casas y cafés eran por excelencia el punto de conexión a la red.
Con la aparición del smartphone esta tendencia cambió. Durante los primeros años de este siglo las conexiones móviles no alcanzaban el 10% pero ya para la segunda década superaban el 20% y, según estimaciones de Amazon, para principios de la tercera década las redes móviles superarán las fijas en tráfico, una vez se consolide el 5G.
En la actualidad las personas llevan Internet en su bolsillo, un Internet nómada, portable y móvil, que acompaña todas las actividades cotidianas y hace presencia permanente en la vida de las personas, ya sea en un autobús, una cafetería, el parque, la calle y lo que parecía imposible: los aviones.
Una red convergente, multiplataforma y de las cosas
La relación entre computador e Internet durante el siglo pasado fue indisoluble, muy pocos equipos diferentes a un computador tradicional podían conectarse a Internet.
Con el paso del tiempo el fenómeno de la digitalización permitió que prácticamente todos los aparatos pudieran computarizarse y esto derivó en que muchos de ellos hoy están conectados a Internet, algunos simplemente como interfaces de usuarios humanos y otros de manera autónoma cumpliendo tareas específicas para las que fueron diseñadas, razón por la cual compartimos una red con otras personas y cosas, es decir que ya no es solo una red social, de comunicación entre personas.
Una red censurada y controlada por los gobiernos
Regímenes autoritarios como el de Cuba, Rusia, China, Corea del Norte, Venezuela, Sudan o Siria, se han convertido en una piedra en el zapato para la libre circulación de información y contenidos por la red, pudiendo caracterizarse este fenómeno como un cúmulo de barreras y filtros geolocalizados, que restringen el flujo abierto y espontáneo de información, convirtiendo a la red, en muchos países, en un instrumento para la propaganda oficial.
Una red de boots y robots
Si nos concentramos en la información que se distribuye por Internet, ya sean correos electrónicos, publicaciones en sitios web y blogs, noticias, entre otras muchas fuentes, encontramos que, de acuerdo con un informe presentado en febrero de 2017 por la consultora de seguridad Imperva, el 51,8% de esta información ha sido producida por boots o algoritmos automatizados (robots), y solo el 48,2% proviene de fuentes humanas.
En el caso de los contenidos automatizados, el mismo estudio concluye que alrededor del 28,9% tienen un propósito ilegal, como spam, hackear cuentas, robar datos y distribuir fake news, las tan de moda noticias falsas.
Lo anterior nos llama a comprender que estamos ante una red plagada de información automática, mucha de ella irrelevante, repleta de información basura, inexacta y mal intencionada.
En conclusión, en menos de tres décadas el negocio de las telecomunicaciones cambió sustancialmente, la telefonía fija prácticamente desapareció como unidad de negocio y la televisión por suscripción está en crisis, mientras la provisión de acceso a Internet se convirtió en un complejo negocio, altamente volátil ante la concentración de grandes jugadores y el uso parasitario de las grandes plataformas, el Internet de la cosas se erige como una incierta oportunidad, mientras los CDN se han convertido en la única forma de viabilizar costos, mientras el excesivo control de los gobiernos, las notificas falsas y los boots, se convierten en un gran desafío para el futuro.